En los seres humanos, la corteza orbifrontal es una estructura muy importante que interviene en la manera en que experimentamos las recompensas, realizando un cálculo de su valor motivacional, que consiste en juzgar si pensamos que algo será agradable o no.
La corteza orbitofrontal permite al encéfalo mantenerse flexible: valora el contexto interno y externo de la recompensa y juzga de este modo lo importante, agradable o recompensante que será la experiencia.
Las personas que padecen lesiones en la corteza orbitofrontal no ajustan el valor de la recompensa de la misma forma; sus respuestas siguen siendo consistentes independientemente de la experiencia previa.
La corteza orbitofrontal comprendida por las áreas 10, 11 y 47 de Brodmann, forman parte del sistema límbico. Su nombre se debe a su posición, ya que se encuentra situada sobre las órbitas en las que se ubican los ojos.
Bood y Zatorre en 2001, utilizaron escáneres TEP para identificar las respuestas del encéfalo a música agradable. Eligieron música que era intensamente recompensante para sus participantes, eligiendo piezas descritas como especialmente estimulantes: “me produce escalofríos en mi espina dorsal”. Cuando observaron las reacciones fisiológicas y neuronales implicadas en esas ocasiones, descubrieron la actividad en las áreas del encéfalo que se sabía estaban asociadas con los circuitos de recompensa: el estriado ventral, el mesencéfalo, la amígdala, la corteza orbitofrontal y la corteza prefrontal.
Los investigadores señalaron que son también las estructuras activas en otros tipos de recompensa, especialmente en la comida, el sexo y algunas drogas de las que se suele abusar. Por tanto, la experiencia recompensante que puede obtenerse escuchando música que nos guste es similar a la experiencia positiva que obtenemos de otras fuentes.
La recompensa, por tanto, es una parte fundamental de cómo experimentamos las emociones, pero para la mayoría de nosotros, nuestra experiencia emocional es mucho más compleja que eso. El miedo y la ira, por ejemplo, son dos emociones que sin duda pueden resultar difíciles de gestionar. Los sentimientos de repulsión, tanto física como social, causan también emociones muy básicas que incluyen mecanismos cerebrales especiales.
Como muchos otros aspectos de la investigación psicológica, sabemos bastante más sobre las emociones que interpretamos como “negativas” que aquellas a las que hemos considerado “positivas”. Ha existido relativamente menos investigación neurológica sobre la alegría y la felicidad.